El Pentágono y los fenómenos aéreos no identificados

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El Pentágono va a volver a investigar sistemáticamente las observaciones de objetos volantes no identif

Más de cincuenta años después de haber dado carpetazo al proyecto Libro Azul, en 1969, el Pentágono va a volver a investigar sistemáticamente las observaciones de objetos volantes no identificados. Lo anunció el 25 de junio la subsecretaria de Defensa de Estados Unidos, Kathleen Hicks, tras la publicación de un informe de la Oficina del Director de la Inteligencia Nacional según el cual los fenómenos aéreos no identificados (UAP, por sus siglas en inglés) “plantean un problema de seguridad aérea y pueden representar un desafío para la seguridad nacional de Estados Unidos”. Es la conclusión a la que han llegado investigadores del Departamento de Defensa (DoD) después de examinar 144 avistamientos protagonizados por pilotos militares desde 2004, de los cuales solo han conseguido explicar uno. ¿Vuelven los ovnis? No exactamente.

Aunque en estas páginas emplee indistintamente los términos ovni y UAP, y en esencia sean lo mismo, para los militares estadounidenses no lo son. Al hablar de fenómenos aéreos no identificados y no de objetos volantes no identificados, intentan alejar el motivo de su preocupación del mito de las visitas extraterrestres. UAP es como llaman desde hace años a “los objetos o aeronaves no autorizados o no identificados que se han observado entrando u operando en el espacio aéreo de varios campos de entrenamiento controlados por militares”, explicó Joseph Gradisher, portavoz de la Marina de Estados Unidos, a la revista Time en 2019. Es decir, a intrusos en su espacio aéreo. De hecho, los casos investigados tuvieron lugar en las inmediaciones de instalaciones militares o durante maniobras.

Los ciudadanos de a pie supimos de la existencia de los UAP en diciembre de 2017. Sendos reportajes de The New York Times y Politico revelaron que, entre 2007 y 2012, el Pentágono gastó 22 millones de dólares en la investigación de observaciones de ovnis por militares a través del llamado Programa Avanzado de Identificación de Amenazas Aeroespaciales (AAITP). El proyecto, secreto, fue una iniciativa del senador demócrata Harry Reid, y la mayor parte del dinero fue a parar a una compañía de tecnología aeroespacial de Robert Bigelow, empresario de la hostelería de Nevada. Casualidades de la vida, Bigelow no solo es un fanático de lo paranormal, sino que también ha apoyado económicamente la carrera política de Reid. Defensa cortó el grifo al AAITP en 2012 por falta de resultados.

La noticia de que el Pentágono volvía a estar interesado por los ovnis llegó en 2017 acompañada de tres vídeos grabados por cazas y filtrados a la prensa por la Academia de Artes y Ciencias hacia las Estrellas (TTSA). Fundada ese mismo año, la TTSA está dirigida por Tom DeLonge, exguitarrista de la banda Blink-182, y se dedica a la venta de libros y la producción de documentales sobre misterios paranormales. Su estrella mediática, que ha abandonado la organización recientemente, es Luis Elizondo, un exagente de inteligencia que se presenta en los medios como el director del AAITP, algo que niegan fuentes oficiales. Como sus exsocios de la TTSA, Elizondo cree que los UAP son una demostración de tecnologías “que van más allá de esta generación”. Alienígenas, vamos. “Los extraterrestres están justo delante de nuestras narices”, coincide el empresario Robert Bigelow. La excentricidad de este millonario está más allá de toda duda. En 1995 fundó el Instituto Nacional para la Ciencia del Descubrimiento, que hasta 2004 estudió las mutilaciones de ganado, los avistamientos de ovnis y otros sucesos supuestamente sobrenaturales, y en junio del año pasado creó el Instituto Bigelow de Estudios de la Conciencia para investigar la vida después de la muerte.

Después de tres años con Elizondo, Bigelow y compañía llenando los medios de extraterrestres, el Senado pidió en diciembre al Pentágono una evaluación sobre el posible peligro de los UAP. La respuesta a ese encargo es el informe del 25 junio, que recoge las conclusiones preliminares de un grupo de trabajo creado por el DoD en agosto de 2020 para determinar si los nuevos ovnis suponen una amenaza. Tras analizar 144 incidentes registrados desde 2004, los investigadores concluyen que los UAP son un peligro. “Las incursiones en nuestros campos de entrenamiento y espacio aéreo plantean problemas de seguridad de vuelo y operaciones, y pueden ser un desafío de seguridad nacional”, confirmaba el Pentágono minutos después de la publicación del documento. Dicho así, suena impresionante, ¿pero lo es?

A pesar de que los autores sostienen que la mayoría de los UAP parecen ser “objetos físicos”, ya que han sido captados a través de múltiples detectores –infrarrojos, radar, buscadores de armas…–, reconocen que solo hay un reducido número de informes con alta calidad y eso impide sacar “conclusiones firmes sobre la naturaleza o intenciones de los UAP”. Y sospechan que, cuando cada uno de los 143 objetos pendientes de explicación sea identificado, entrará en algunas de las siguientes cinco categorías: confusiones aéreas –aves, globos, aviones…–, fenómenos meteorológicos, programas secretos del Gobierno y la industria estadounidense, ingenios de potencias rivales y otros. Respecto a ochenta casos en los que los UAP parecen hacer maniobras inusuales, creen que puede deberse a “errores de los sensores, falsificación o percepción errónea del observador”. Ah, y en el informe no hay ninguna alusión a extraterrestres. Ninguna.

El documento de la cúpula de la Inteligencia estadounidense–han colaborado en su elaboración diecisiete agencias– deja clara, además, la escasa preparación de los investigadores militares. Cuando tienen suficientes datos, los ufólogos más rigurosos explican alrededor del 90 % de los casos de ovnis y “los investigadores del Grupo de Estudios e Información sobre Fenómenos Aeroespaciales No Identificados (GEIPAN) –dependiente del Centro Nacional de Estudios Espaciales (CNES) francés– han resuelto el 98 % de los sucesos que han estudiado en los últimos diez años”, destaca Vicente-Juan Ballester Olmos, principal artífice de la desclasificación ovni en España, quien se teme “que pasarán años antes de que el nuevo grupo de trabajo alcance el know how de los investigadores del proyecto Libro Azul”. Es decir, hasta que se llegue a la misma conclusión que en 1969: que detrás los UAP no hay nada nuevo para la ciencia.

(Con información de Muy Interesante)

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