DeLorean: El auto que sobrevivió al futuro pero no a su creador

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La triste y feliz historia de cómo un auto se salvó del olvido gracias a Back to the Future.

Back to the Future es un futuro prometido que originó el nacimiento de una leyenda que murió antes de siquiera haberse estrenado la película: el DeLorean (DMC-12). Treinta y cinco años después de su estreno, el vehículo sobre el que el Doc Emmet y Marty McFly viajarían al pasado en 1985 sigue siendo un símbolo de la cultura pop, del cual seguimos hablando en pleno 2020.

¿Qué vehículo podría arrojar tanta curiosidad como el DMC-12 en la historia? El DeLorean es único en su clase y esconde una historia bien sabida por todos, o al menos por el fandom de Volver al Futuro, que merece la pena ser contada siempre. Hablemos del pasado (otra vez).

Back to the Future se estrenó el 3 de junio de 1985, y quizá haya sido la misma película la que convirtió al DeLorean en un fetiche de colección ultravalorado que, en su tiempo, a pesar de que era un auto digno de ir al futuro, no consiguió el combustible necesario para seguir su propia marcha… por más empujones que intentaran darle. 

Su padre, John Z. DeLorean, fue un genio automotriz que creció en Detroit rodeado de automovilismo. Mientras que su padre fue un empleado de fundición en Ford, su madre trabajaba para General Electric. John deseaba ser una figuta determinante en la industria automotriz y para ello se quemó al maximo las pestañas en la escuela. Cuando llegó al mundo laboral, continuó con el esfuerzo y de inevitablemente se hizo notar.

En General Motors su carrera simplemente fue sobresaliente. Inició como ingeniero de división de Pontiac, pero llegó a ocupar enormes cargos. Diseñó algunos de los carros más icónicos como el Pontiac GTO e incluso fue el creador del concepto de muscle car, con la fabricación del Pontiac Tempest LeMans GTO. Fue el jefe de división más joven que haya tenido la compañía, antes de ser el jefe de Pontiac y Chevrolet hasta finalmente convertirse en el presidente de General Motors.

Un día decidió abandonar la empresa para fundar su propio sueño: la DeLorean Motor Company. Era 1976, cuando John ya tenía los primeros planos del prototipo del DMC-12 que realizó con ayuda del ingeniero William T. Collins, sin embargo el futuro de la compañía y del DeLorean ya estaba fincado. 

Los problemas con el DMC-12 surgieron tan pronto como se dieron cuenta que no sería un auto fácil de construir. Tanto Collins como John imaginaron que su vehículo sería un deportivo con una tecnología (integrada en su chasis) llamada Elastic Reservoir Moulding. En teoría, esta patente conseguiría que redujeran el peso del DeLorean, que fuera más resistente en caso de un accidente, pero su mayor propósito era que los costes de fabricación fueran más baratos. No fue así.  Lo único que consiguieron fue que la producción en masa de su vehículo se viera afectada por este mismo capricho tecnológico, y la idea terminó por ser abandonada para diseñar un proceso de fabricación, digamos que, más convencional.

El DeLorean era una maravilla automotriz que fue diseñada por la misma persona detrás del Maserati y el Alfa Romeo, Giorgetto Giugiaro, quien basó el diseño del DMC-12 en el mismo concepto que utilizó para el Porsche Tapiro, que también contaba con un cuerpo en forma de cuña compuesto de acero inoxidable, además de las icónicas puertas en forma de alas de gaviota que hicieron al DeLorean un carro indistingible. Los motores, ni se digan, serían Volvo, Peugeot y Renault.

Todo parecía que marchaba bien, hasta que John se encontró con problemas para financiar su compañía en Estados Unidos y se vio obligado a trasladarse hasta Europa, en donde la Agencia de Investigación y Desarrollo en Irlanda del Norte le ofreció 120 millones de dólares para que erigiera su fábrica con la promesa de que generaría miles de empleos en la comunidad de Dunmurry, a las afueras de Belfast. Empleó a más de dos mil personas y, a pesar de que la fábrica tenía un poder de producción de hasta 30 mil autos, se calcula que solo se llegaron a fabricar entre 8 mil 500 y 9 mil Delorean.

En medio de contratiempos, DMC funcionó al menos un par de años. En 1981, el primer DeLorean voló de Irlanda hasta Estados Unidos en donde ocurriría otro episodio que fastidiaría su historia. No aprobó la legislación vigente en el país así que tuvieron que reducir la potencia del motor.

A pesar de todo, e incluso a pesar del enorme costo del DeLorean (que terminó triplicándose de 12 mil hasta 34 mil dólares) se generó una especie de fanboyismo al rededor del vehículo incluso antes del estreno de Back to the Future.

Lo que terminaría por llevar al completo carajo la compañía sería la detención de John a manos del FBI que llevaba tiempo investigando al ingeniero por nada más y menos que el tráfico de drogas, en una maniobra para intentar que DMC no fuera declarada en bancarrota.

John fue arrestado en 1982, y a pesar de que tiempo después fue absuelto de sus cargos DMC, sí, se declaró en quiebra ese mismo año. El 24 de diciembre de 1982 se ensambló el último DeLorean en aquella vieja fábrica de Dunmurry.

Irónicamente ese no sería el desenlace del DMC-12. El futuro del DeLorean se encontraría en el cine gracias a que Steven Spielberg  y Robert Zemeckis decidieron incluirlo en su trilogía de Back to the Future para transportar a través del tiempo a Marty y al Doc con ayuda de plutonio.

El borrador de la película comenzó a escribirse en 1981, mientras John DeLorean intentaba sacar a flote una compañía sin futuro. Al principio, Spielberg y Zemeckis tenían planeado que Marty se transportara al futuro mediante un refrigerador colocado en la parte trasera de una furgoneta, pero la idea terminó siendo desechada porque temían que los niños se inspiraran en la película y se introdujeran en sus neveras para simular los viajes en el tiempo.

Así que mientras John estaba siendo enjuiciado por narcotráfico, el DeLorean tomó su propio camino en el cine. 

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